Como todos sabemos, la psicología juega un papel crucial en las decisiones de inversión, y los inversores estamos sujetos a sesgos mentales que a menudo distorsionan nuestro juicio y afectan a nuestros resultados. Conocerlos nos ayudará a identificarlos en nuestra propia experiencia y, por tanto, a evitar que vicien nuestro proceso de inversión. En este post expondré algunos de esos sesgos.
Para esta exposición voy a seguir el mismo esquema que el temario del CFA, que distingue entre errores cognitivos y sesgos emocionales. Los errores cognitivos radican en una incorrecta percepción de la realidad o un incorrecto procesamiento de la información, aun cuando el inversor se comporte de una manera racional. Por su parte, los sesgos emocionales tienen su base en que el inversor deja de comportarse de una manera racional y se deja llevar por sentimientos.
Para que esto no quede muy largo, hoy me centraré en los sesgos o errores cognitivos, dejando para el siguiente post los sesgos emocionales. Los sesgos cognitivos se dividen en sesgos de perseverancia en las creencias y sesgos en el procesamiento de la información, y veremos varios ejemplos de ambas categorías. En algunos casos es difícil distinguir un sesgo de otro, ya que están relacionados.
Sesgos de perseverancia en las creencias
Los sesgos de perseverancia en las creencias son patrones de pensamiento que llevan a los inversores a aferrarse a sus convicciones, incluso cuando la evidencia sugiere que podrían estar equivocados. Estos sesgos están arraigados en la psicología humana y, en principio, no tiene que ver con las emociones, sino en cómo está configurado nuestro cerebro.
1. Conservadurismo
El conservadurismo es un sesgo que refleja la tendencia de los inversores a mantenerse fieles a sus creencias originales, subestimando o ignorando nueva información que contradice esas creencias.
El conservadurismo se deja notar en la evaluación que hacemos de las compañías. A veces estamos tan convencidos de que una compañía es excelente, que no damos la importancia suficiente a la nueva información que sugiere lo contrario. En muchos casos, construimos un relato muy coherente en nuestra cabeza, y es difícil salirse del mismo.
2. Sesgo de confirmación
El sesgo de confirmación lleva a los inversores a buscar, interpretar y recordar información de manera que confirme sus creencias preexistentes. Está relacionado con el sesgo de conservadurismo, en el sentido de que cuesta cambiar de opinión, es más sencillo mantenernos en nuestra postura inicial.
Además, está también relacionado con los sesgos emocionales (que veremos en el próximo post), en el sentido de que el sesgo de confirmación también se debe a que el inversor no quiere reconocer que ha cometido un error, o que simplemente no quiere mostrar a los demás que ha cambiado de opinión para no deteriorar su autoridad. Se trata de sentimientos que apartan al inversor de un análisis racional de la situación.
Como ejemplo de sesgo de confirmación, imaginemos un inversor que está considerando invertir en una nueva empresa tecnológica. Después de realizar una investigación inicial, encuentra informes positivos sobre el potencial de la empresa en el mercado. Sin embargo, tiende a ignorar o minusvalorar cualquier información que sugiera riesgos o desafíos para la empresa.
Otro ejemplo, que me he encontrado en más de una ocasión al hablar con gestores de carteras (y que muy probablemente también he padecido yo mismo), es que, al presentarles una idea de inversión, “deciden” de antemano si les gusta o no y después buscan los argumentos para justificar su postura. Así, sólo ponen de relieve la información que confirma su posición ya establecida previamente (de manera más o menos inconsciente), y menosprecian la información que contradice su idea preconcediba. En este caso, habitualmente también hace acto de presencia el sesgo de representatividad, que definimos a continuación.
3. Sesgo de representatividad
El sesgo de representatividad ocurre cuando los inversores basan sus decisiones en estereotipos, prejuicios o generalizaciones, en lugar de considerar la información específica disponible. Este sesgo está relacionado con el sesgo de disponibilidad (que veremos más adelante), según el cual damos más importancia a la información que es más fácil de obtener, en lugar de tomarnos la molestia de considerar toda la información, aunque sea de difícil acceso.
Por ejemplo, un inversor puede pensar que el sector del cemento no es adecuado para invertir porque es cíclico y porque el cemento es una “commodity” sin valor añadido. Y esto puede llevarle a rechazar invertir incluso en pagarés a 3 meses de empresas cementeras que prácticamente no tienen deuda. Se le pone la etiqueta de “sector intocable”, y ya todo lo demás no importa. Es un sesgo muy habitual en los mercados.
4. Ilusión de control
La ilusión de control lleva a los inversores a sobreestimar su capacidad para influir en eventos o resultados, incluso cuando están más allá de su control real. Muchas veces se debe a que las personas no quieren reconocer que hay fenómenos que dependen completamente del azar. Por ejemplo, la gente tiende a pagar más por la lotería si son ellos quienes eligen los números del boleto.
Trasladado el plano de la inversión, la ilusión de control se traduce en que el inversor cree que sabe invertir mejor de lo que en realidad sabe. Como consecuencia, hace mucho más trading del que debería, confiando en que su operativa sirve obtener mejores resultados, cuando en realidad lo mejor sería que se estuviera quieto y se limitara a ser un inversor “buy and hold”.
Aquí, por supuesto, se puede entrar en el debate sobre si la gestión activa es recomendable o si lo mejor es indexarse, pero no es el propósito de este artículo.
5. Sesgo de comprensión retrospectiva (hindsight)
“A toro pasado, todos somos Manolete”. Este sesgo se manifiesta cuando los inversores ven los eventos pasados como si fueran fácilmente predecibles antes de que ocurrieran, lo que puede distorsionar la evaluación de las decisiones pasadas. Es decir, la gente recuerda sus propias predicciones como más acertadas de lo que en realidad fueron, ya que están sesgados por el conocimiento de lo que finalmente terminó sucediendo. Para aliviar el desasosiego causado por la incertidumbre, la gente tiende a ver las cosas que ya han pasado como relativamente inevitables y predecibles.
Este sesgo es terriblemente habitual en los mercados. Por ejemplo, el inversor, después de ver cómo una acción en la que decidió no invertir se dispara en bolsa, tiende a creer que siempre supo que la acción sería exitosa y se lamenta de no haber hecho caso a su intuición. Esto puede llevarle a subestimar la incertidumbre que enfrentaba en el momento de la decisión. De igual forma, cuando toma decisiones poco sensatas pero que dan buenos resultados, éstas decisiones le parecen brillantes y la causa de su éxito en las inversiones. Esto nos recuerda al sesgo de ilusión de control: pensar que los buenos resultados se deben siempre a la pericia del gestor y no a la pura suerte.
Sesgos en el procesamiento de la información
Los sesgos en el procesamiento de la información se relacionan con cómo los inversores interpretan y utilizan la información disponible para tomar decisiones financieras. Estos sesgos influyen en la forma en que los inversores evalúan los riesgos y las oportunidades.
1. Sesgo de anclaje y ajuste (anchoring and adjustment)
Ocurre cuando los inversores basan sus decisiones en valores o estimaciones específicas ("anclas") y ajustan insuficientemente su perspectiva conforme reciben nueva información. Este sesgo está muy relacionado con el conservadurismo, en el que el inversor no da suficiente importancia a la nueva información, permaneciendo “anclado” en su opinión o estimación original.
Por ejemplo, si el inversor inicialmente estima que el EBITDA de una compañía será de 100 mill€ para el próximo año, y durante el año la empresa indica que tiene problemas, el sesgo de anclaje hará que el inversor reajuste insuficientemente a la baja su estimación de EBITDA. Su estimación inicial actúa como imán, del cual cuesta alejarse mentalmente.
Otro reflejo de este sesgo lo tenemos en los inversores que dan demasiada importancia al precio al cual compraron una acción a la hora de decidir a qué precio venderla, si es que ésta ha caído tras la compra. Sin embargo, aquí también entra en juego el elemento emocional, ya que muchos inversores aspiran a vender cuando la acción haya subido lo suficiente como para que no hayan perdido nada, porque emocionalmente no quieren asumir la pérdida.
2. Sesgo de contabilidad mental (mental accounting)
Este sesgo se refiere a la tendencia de los inversores a repartir sus inversiones en categorías mentales predefinidas (buckets), en lugar de considerar todo su patrimonio en su totalidad.
Por ejemplo, durante la pandemia del coronavirus, el gobierno de EEUU repartió cheques de más de 1.000$ a los ciudadanos; muchos usaron este dinero para invertir, ya que en su mente lo categorizaron así, cuando probablemente habría sido más eficiente usarlo para retirar deuda o para otros usos. Otro ejemplo es el de los inversores que dan un destino distinto al dinero que procede de su cartera, en función de si son rentas (cupones, dividendos) o plusvalías realizadas en las ventas. En realidad ambos dineros son del mismo tipo (dinero, simplemente).
Es habitual que los inversores diseñen carteras diferentes para perseguir objetivos diferentes, ya que eso les facilita la organización de su patrimonio. Por ejemplo:
invertir en acciones para costear una jubilación que todavía queda lejos.
invertir en una cartera mixta (acciones y bonos) pensando en pagar la universidad de los hijos dentro de 6 años.
invertir en letras del tesoro para invertir en algo seguro de cara a comprar una vivienda dentro de 2 años.
Tratando las diferentes carteras de manera separada, el inversor pierde la imagen de conjunto (holística). Si agrupara todas esas inversiones en una sola cartera y la analizara como tal, tal vez llegaría la conclusión de que es muy mejorable, por ejemplo porque está muy escorada hacia una determinada clase de activo, o porque las correlaciones entre activos son demasiado altas y por tanto hay margen para diversificar más.
3. Sesgo de encuadre (framing)
Este sesgo se manifiesta cuando la forma en que se presenta la información afecta la toma de decisiones. Los inversores pueden reaccionar de manera diferente dependiendo de cómo se les presente la información.
Como ejemplo fuera del plano financiero, si a alguien le dicen que existe un 20% de probabilidad de que fallezca en una operación de quirófano, probablemente sea más pesimista que si le dicen que hay un 80% de probabilidad de que la operación sea un éxito. La información es la misma, pero presentada de manera diferente.
Este fenómeno también se da en el mundo de la inversión, por ejemplo al evaluar la probabilidad de que una empresa quiebre, o de que sea opada (adquirida) por otra compañía a un alto precio.
4. Sesgo de disponibilidad
El sesgo de disponibilidad surge cuando los inversores dan más peso a la información fácilmente disponible, en lugar de considerar toda la información relevante. También lo podríamos llamar “sesgo de vagancia”, ya que se basa en que el inversor no quiere molestarse en buscar más información, y da por buena la que es más fácil de obtener. Como veíamos al hablar del sesgo de representatividad, también consiste en el uso de generalizaciones o estereotipos para tomar decisiones rápidas acerca de si invertir o no invertir.
Este sesgo puede llevar a:
Elegir un fondo en base a la información publicitaria recibida o en base a sus resultados recientes, y no en base a un análisis serio de la estrategia y del track record del fondo.
Limitar injustificadamente el universo de activos disponibles para invertir. Si el inversor sólo ha oído hablar de acciones y bonos, probablemente piense que no merece la pena conocer otros activos. Lo mismo con invertir en unas geografías o en otras.
No diversificar lo suficiente.
A este respecto, hay que reconocer que este sesgo tiene algo de justificación, y por eso probablemente no sea tan “sesgo” como parece a priori. A fin de cuentas, nuestro tiempo es valioso, y tenemos que elegir cuánto tiempo dedicar a perfeccionar nuestro proceso inversor. Por eso, es normal que nos conformemos con información incompleta a la hora de decidir dónde invertir, ya que podemos pensar que no nos compensa dedicar más tiempo a ampliar nuestro conocimiento sobre las alternativas de inversión disponibles para nosotros; y se trata de una decisión consciente (“no voy a dedicar más tiempo a esto”), no de un sesgo cognitivo.
Por ejemplo, si queremos invertir nuestros ahorros en algún depósito bancario, probablemente nos limitaremos a mirar bancos españoles, sin investigar cuánto pagan por los depósitos los bancos de otras geografías. Simplemente damos por hecho que en España hay una oferta suficiente de opciones atractivas para nosotros.
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En definitiva, para tomar buenas decisiones financieras es muy recomendable entender los sesgos a los que nos exponemos como inversores, y saber identificarlos a tiempo.
Para mitigar la influencia de los sesgos, además de conocerlos y comprenderlos, otra buena idea es siempre contrastar las opiniones con otras personas, o leer tesis de inversión elaboradas por otros. Haciendo este ejercicio puedes llegar a la conclusión de que una compañía que parece un cañón en realidad no lo es tanto, o que en un sector donde siempre has dado por hecho que no hay ventajas competitivas, en realidad sí que las hay.
En el siguiente post veremos los sesgos emocionales, con los que probablemente la mayoría de nosotros nos sentimos más identificados.
Contacto: angelruizmonasterio@gmail.com
(Imagen de portada: Freepik)
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