Hay tres razones por las que un país deja de pagar su deuda.
La primera es porque no puede, simplemente porque no consigue dinero lo suficientemente rápido como para ir atendiendo los pagos de deuda. En esos casos se hace una reestructuración de la deuda mediante la cual los acreedores soportan alguna quita. Evidentemente, por este motivo solamente dejan de pagar los países cuya deuda está denominada en una divisa que no emiten ellos mismos. Es el caso de los países de la Eurozona (ahí tenemos la reestructuración de la deuda griega) o de los países emergentes que emiten deuda en dólares (ahí tenemos los defaults de Argentina).
El segundo motivo por el que un país deja de pagar su deuda es porque no le dejan. Es un motivo un tanto extraño. ¿Por qué un país no va a poder pagar su deuda si quiere hacerlo? Porque otro país congela sus saldos de moneda extranjera con la que pagar esas deudas. Aquí el ejemplo más reciente es Rusia, que hizo default en 2022 por no poder acceder a sus dólares. Tras la invasión de Ucrania el año pasado, EEUU congeló las cuentas en dólares de las principales instituciones económicas rusas, por lo que, a pesar de tener suficientes dólares para pagar, Rusia no pudo hacerlo. Respecto a cómo EEUU puede restringir el uso de dólares para ciudadanos de fuera de EEUU, lo trato en este post sobre los eurodólares.
El tercer motivo por el que un país puede hacer default es el que nos ocupa hoy. Hay países que dejan de pagar porque no quieren, aunque pueden hacerlo. Esto de que “no quieren” se puede enfocar de muchas formas. Cuando un país está en dificultades financieras puede decidir no pagar antes de quedarse sin dinero; en este caso ha dejado de pagar porque así lo ha querido, pero lo que en realidad ha hecho ha sido anticiparse a una incapacidad para pagar.
Un caso más evidente de no querer pagar es el de un país que repudia su deuda, por ejemplo porque llega un nuevo gobierno al poder que considera que el endeudamiento contraído por la anterior administración es ilegítimo. Tenemos el caso de Ecuador, que en 2008 dejó de pagar parte de su deuda externa por considerarla ilegal e ilegítima. En Europa, en los años 2010-15 muchas voces griegas demandaron un repudio de la deuda con el mismo argumento, pero esto no llegó a producirse.
Y luego está el caso de EEUU, que es el de un país que, pudiendo pagar sin problemas (principalmente porque la deuda se paga en dólares, que son emitidos por EEUU), se ata las manos a sí mismo para hacerlo. La explicación está en el famoso techo de deuda (debt ceiling). Se trata de un límite máximo establecido por el Congreso a la cantidad de deuda que el gobierno federal puede emitir. El techo de deuda se establece mediante una ley aprobada por el Congreso y debe ser ratificado por el Presidente. Aunque es una medida de control de la deuda, se implantó para facilitar el endeudamiento del gobierno federal durante la Primera Guerra Mundial, ya que hasta entonces el Congreso tenía que aprobar cada incremento de deuda. Estableciendo un techo, se da margen al gobierno para endeudarse sin tener que pedir permiso, durante un tiempo.
Cuando se alcanza el techo de deuda, el Congreso tiene que aprobar una ampliación o suspensión del mismo. Normalmente esto se hace sin problemas y sin que medie debate político alguno, pero si el Congreso y el gobierno federal lo controlan partidos diferentes (como es el caso actualmente), esta situación puede ser aprovechada por la oposición para obtener concesiones políticas, ya sean de tipo presupuestario o de otra naturaleza.
Si no se llega a un acuerdo, el resultado es que EEUU no puede seguir endeudándose y por tanto no puede atender a todos sus pagos. Esto ya ha sucedido en alguna ocasión; en 2011 el gobierno federal tuvo que suspender algunos desembolsos antes de que finalmente se aprobara la ampliación del límite de deuda, aunque nunca se dejó de pagar la deuda pública debido a las consecuencias financieras que ello acarrearía. Este episodio llevó a que la agencia S&P rebajara la calificación de la deuda norteamericana, desde AAA (máxima calidad) hasta AA+ (el nivel inmediatamente inferior), algo impensable hasta ese momento.
Evidentemente, el problema del techo de deuda es un caso muy especial de país que “no quiere” pagar sus deudas, muy distinto de un repudio. En realidad, los estadounidenses quieren que la deuda se pague, pero el sistema político y administrativo que ellos mismos han configurado se lo pone difícil en algunas ocasiones.
El pasado 19 de enero EEUU volvió a alcanzar su techo de deuda. Dado que la Casa Blanca está en manos de los demócratas mientras que la Cámara de Representantes (uno de los órganos del Congreso, junto con el Senado) lo controlan los republicanos, ha vuelto a producirse un bloqueo político al aumento del límite de deuda. Los republicanos quieren que el gobierno apruebe recortes de gasto y otras medidas antes de dar su visto bueno, pero el gobierno se resiste.
La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ha advertido de que EEUU podría quedarse sin dinero el 1 de junio. Los CDS sobre deuda de EEUU lo recogen en su precio, cotizan a niveles similares a los de Italia, un país con una posición financiera mucho más débil que EEUU. En cualquier caso, siguen descontando una probabilidad de impago muy baja.
CDS sobre deuda de EEUU a 5 años
Fuente: Refinitiv Eikon
Lo más probable es que el techo de deuda se amplíe de nuevo y se evite el default, ya que de lo contrario las consecuencias económicas serían calamitosas. La deuda pública de EEUU es considerada la más segura del mundo, y el dólar es la moneda de reserva a nivel global; sería absurdo poner todo eso en riesgo por un rifirrafe político. Realmente, lo que están haciendo los políticos de EEUU es jugar al “juego del gallina”, esperando que sea el contrincante el que ceda para evitar el descalabro.
En cualquier caso, aunque finalmente se resuelven, las crisis del techo de deuda tienen un impacto negativo en la economía real por la incertidumbre que generan. ¿Será un catalizador para entrar en recesión?
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