Si has tenido contacto con modelos de valoración de empresas mediante descuento de flujos (discounted cash flows o “DCF”), seguramente hayas tratado con la WACC.
El valor de cualquier activo financiero se puede definir como el valor actual de los flujos de caja que se espera que genere en el futuro. Para calcular el valor actual de los flujos, hay que descontarlos, y la tasa de descuento a utilizar es uno de los parámetros fundamentales en el modelo de valoración. Para la valoración de empresas se emplea esta misma lógica: el valor de una empresa es igual al valor descontado de los flujos de caja que generará en el futuro.
WACC se corresponde con Weighted Average Cost of Capital (Coste de Capital Medio Ponderado) y es la tasa de descuento que se utiliza al valorar empresas mediante el descuento de flujos de caja. En concreto, se descuentan los flujos de caja (cash flows) que se espera que la empresa genere a perpetuidad.
En este post quiero tratar los muchos retos asociados al uso de la WACC en la valoración, y también al CAPM, que es el modelo en el cual se basa gran parte de su configuración.
Para empezar, algo importante a tener en cuenta es que tanto los flujos a descontar como la tasa de descuento (WACC) no hacen referencia únicamente a los accionistas de la empresa, sino a todos sus financiadores. Es decir, incluimos aquí tanto a accionistas como a acreedores (bancos, bonistas, etc). El procedimiento de valoración consiste, básicamente, en calcular los flujos de caja que la empresa genera tanto para los dueños como para acreedores (restando el pago de impuestos) y posteriormente descontarlos a una tasa que, en agregado, refleje la rentabilidad que unos y otros exigen a su inversión.
Los flujos de caja se calculan así:
Flujo de caja para la empresa =
EBIT
(-) impuestos
(+) depreciaciones y amortizaciones
(-) capex
(+/-) inversión en working capital
(Existen otras formas de calcularlo, pero yo lo hago así)
La tasa de descuento (WACC), se calcula así:
WACC =
Rentabilidad prometida a los acreedores · Peso de la deuda en la estructura de capital.
(+) Rentabilidad exigida por los accionistas · Peso del equity en la estructura de capital
Expresado como fórmula, sería así:
donde,
kd = coste de la deuda
ke = coste del equity
E = capitalización de mercado de la compañía
D = deuda (preferiblemente, a valor de mercado)
Ya nos encontramos con un primer obstáculo, que es cómo determinar el peso que el equity (accionistas) y la deuda (acreedores) tienen en la configuración de la WACC. ¿Hay que usar el peso actual en la estructura de capital?¿La media histórica?¿O una estimación de cuál será la estructura de capital en el futuro?
La valoración se hace mirando hacia el futuro, por lo que lo más apropiado sería dar al equity y a la deuda una ponderación que se corresponda con una estructura de capital hacia la cual la empresa tienda a dirigirse en el largo plazo. Determinar cuál es esta estructura de capital futura es bastante complicado, así que, si no tenemos ni idea, tendremos que tomar como referencia la estructura de capital que hay hoy, teniendo en cuenta todos los comunicados que hace la empresa acerca de si piensa endeudarse más o no. Por ejemplo, si la empresa tiene un ratio Deuda Neta/EBITDA de 1,0x pero afirma que se sentiría cómoda con un ratio hasta 2,5x, podemos asumir que en el futuro la deuda aumentará y tendrá un mayor peso en la estructura de capital. Y si el apalancamiento es hoy de 2,0x pero la empresa tiene como objetivo reducirlo, entonces el peso de la deuda en la estructura de capital se irá reduciendo.
A todo esto hay que añadir que el peso de la deuda (D) y del equity (E) se calcula en base a su valor de mercado, no a su valor nominal o valor en libros. En el caso del equity, esto es sencillo, ya que simplemente tenemos que mirar la cotización en bolsa (market cap)*. Pero en el caso de la deuda, salvo que se trate de bonos que cotizan, es mucho más complicado. De hecho, yo nunca me molesto en intentar calcular el valor de mercado de la deuda, sino que cojo directamente el valor en balance. Podemos asumir que esta incorrección no tendrá un gran impacto en la WACC y en la valoración.
*Evidentemente, esta facilidad desaparece cuando queremos valorar compañías no cotizadas.
Como nota adicional, en la deuda habría que incluir los arrendamientos financieros (leasing). Aunque no sea deuda financiera propiamente dicha, lo tratamos como si así fuera a todos los efectos, tanto en el cálculo de los flujos de caja, como de la deuda, como de la WACC. Si no queremos incluirlo en la deuda, entonces tenemos que tratar los arrendamientos como arrendamientos operativos, es decir, que la cuota de leasing sea un gasto operativo incluido en el EBIT.
Coste de la deuda (kd)
Respecto al coste de la deuda (kd), en principio habría que tomar el tipo de interés (cupón) que la empresa tendría que pagar si emitiera deuda hoy mismo. Pero, inevitablemente, una serie de dudas nos asaltan: ¿Cómo determinas el coste de la deuda si la empresa no tiene bonos cotizados?¿Qué plazo de la deuda hay que tomar? El coste de la deuda no es el mismo a 3 años que a 10 años.
Dado que la valoración de empresas se hace con vistas al largo plazo, lo pertinente es usar el coste de la deuda con plazo largo. ¿Qué es plazo largo? ¿10 años?¿20 años? Dejémoslo en diez años. ¿Por qué? Digamos que es una convención en el sector, pero evidentemente cada inversor puede usar el plazo que prefiera.
Respecto a cómo determinar el coste de endeudarse hoy cuando la empresa no tiene bonos cotizados (si los hubiera, sería tan sencillo como observar su yield), podemos calcularlo a partir de la yield de bonos de empresas similares. ¿Qué es una empresa similar? Evidentemente no hay un criterio universal. Lo ideal, tratándose de deuda, es que fueran empresas con el mismo rating crediticio, ya que el rating influye mucho en el coste de la deuda. ¿Y si la empresa no tiene rating? Pues habrá que comparar con otras empresas sin rating o que sean high yield, ya que la yield de los bonos sin rating, por lo general, se parece mucho más a la rentabilidad de los bonos high yield que a la rentabilidad de los bonos investment grade.
Por cierto, si ya conocías la fórmula de la WACC, puede que hayas echado un falta un elemento. La fórmula habitual que aparece en los manuales de finanzas aplica un factor de descuento al coste de la deuda (kd), que se corresponde con el ahorro fiscal por el hecho de que los gastos financieros son deducibles fiscalmente. Bajo este criterio, la fórmula de la WACC queda así:
t = tasa fiscal efectiva, es decir, gasto en impuestos dividido entre el beneficio antes de impuestos.
El caso es que, si queremos calcular la WACC de esta manera, entonces los flujos de caja a descontar tienen que calcularse asumiendo que la empresa no tiene deuda y que por tanto no tiene que pagar intereses. Si asumimos que la empresa no tiene deuda, entonces el gasto fiscal es mayor, lo cual hace que el flujo de caja de nuestro modelo sea inferior al flujo de caja real. Alternativamente, si queremos usar los flujos de caja reales, que ya incorporan la deducibilidad fiscal de los intereses, entonces no podemos aplicar el ajuste fiscal en la WACC. La deducibilidad fiscal de los intereses hay que reflejarla en el flujo de caja o en la WACC, pero no en ambos sitios.
Ahora nos centraremos en el último componente que nos falta por determinar en la fórmula de la WACC. Me refiero al coste de los fondos propios (ke).
Coste del equity (ke)
El coste del equity es la rentabilidad exigida por los accionistas. Es el componente más importante de la WACC, ya que:
Es bastante más alto que el coste de la deuda.
En la mayoría de empresas que nos gustan para invertir, el peso de la deuda es bajo.
Si para calcular kd ya hemos visto todos los retos que se nos presentan, calcular ke no es más sencillo. La Academia ha hecho su aportación particular, que es el Capital Asset Pricing Model (CAPM), el cual bebe mucho de la Teoría Moderna de Carteras o MPT (sobre la cual hablé aquí). En particular, la MPT se ve reflejada en el CAPM por el hecho de que, según este modelo, a las acciones más volátiles hay que exigirles una mayor rentabilidad (mayor ke). Como sabemos, volatilidad no es necesariamente sinónimo de riesgo, por lo que podemos no estar de acuerdo con esta aseveración.
El CAPM establece que el coste del equity depende de:
Rentabilidad libre de riesgo (risk-free rate o Rf)
Prima de riesgo del mercado de acciones en general con respecto a (Rf). Se expresa como ERP (siglas de Equity Risk Premium), o, alternativamente, Rm - Rf (es decir, rentabilidad de la bolsa menos rentabilidad libre de riesgo)
Prima de riesgo aplicable a la acción que estamos analizando, en comparación con la bolsa en general. Si la acción es más volátil que el mercado, hay que añadir una prima por mayor riesgo. Si la acción es menos volátil que el mercado, hay que aplicar un descuento por menor riesgo (recordemos que el CAPM equipara volatilidad con riesgo). A esta prima o descuento se la denomina beta (β).
Expresado en una fórmula, el coste del equity se calcula de la siguiente manera:
Veamos ahora, uno por uno, los componentes del CAPM.
Empezando por la rentabilidad libre de riesgo (Rf), tiene sentido que sea la base del CAPM. De esta forma, si la Rf sube, también aumenta la rentabilidad exigida a las inversiones de mayor riesgo. El caso es que obtener la Rf para nuestro modelo plantea una serie de cuestiones.
¿Qué es deuda libre de riesgo?
El estándar dentro del mundo financiero es considerar que la deuda libre de riesgo es el coste financiación de Estados solventes, preferentemente con soberanía monetaria (es decir, que crean su propio dinero). El caso más paradigmático es el de EEUU*. La yield de la deuda pública de EEUU es la Rf en dólares. En el caso del euro, la Rf es la yield de la deuda pública alemana; Alemania no tiene soberanía monetaria, pero es un Estado muy solvente. La Rf en yenes es la yield de la deuda pública japonesa.
*Aunque actualmente muchos ponen en duda su solvencia, pero ése es otro tema.
¿Qué divisa tomar como referencia para elegir la Rf?
Es una pregunta muy relevante, habida cuenta de que la Rf en dólares y la Rf en euros pueden diferir bastante, como se ha visto en los últimos años. Es decir, elegir una u otra puede suponer la diferencia entre comprar o no comprar la acción que estás analizando.
Dado que lo que estamos intentando es encontrar la rentabilidad que el mercado exige a la empresa, lo ideal sería conocer la base de inversores que compran sus acciones. Si la mayoría de los inversores viven en EEUU, cabe suponer que su rentabilidad exigida estará influenciada por la Rf en dólares. Y si la mayoría de los inversores viven en la Eurozona, cabe suponer que su rentabilidad exigida estará influenciada por la Rf en euros.
En empresas que son internacionales y cuyas acciones están al alcance de inversores de todo el mundo, ¿cómo narices determinamos dónde viven la mayoría de sus inversores? Yo aquí estoy exponiendo el ideal para construir el CAPM y para calcular la WACC, después que cada uno se busque la vida como pueda. Como sugerencia, en empresas en las que sospeches que hay inversores de todos lados, usa una media de la Rf en diferentes divisas.
¿Qué plazo elegir para Rf?
Una vez hemos elegido qué curva de tipos libres de riesgo es aplicable a nuestro modelo, toca elegir el plazo. Supongamos que empleamos la Rf en dólares como base de nuestro CAPM, es decir, nos fijamos en la deuda pública de EEUU. No es lo mismo coger la rentabilidad de la letra a 3 meses que la rentabilidad del bono a 10 años, ya que ambas suelen ser muy diferentes. En el momento de escribir estas líneas, la letra paga más que el bono, pero lo normal es que sea al revés.
Dado que la inversión en acciones se hace (o se debería hacer) con vistas al largo plazo, lo suyo es tomar la yield de los bonos con vencimiento lejano. ¿10 años?¿20 años? Yo tomaría el 10 años, simplemente porque es un vencimiento en el que suele haber mucha liquidez, y por tanto siempre será más sencillo encontrar una yield observable que nos sirva para determinar Rf. Si optamos por coger la yield de los bonos a 30 años, es posible que no siempre haya precios y no podamos ver la yield actualizada, además de que, dependiendo del país, es posible que no haya bonos a un plazo tan largo.
Pasemos ahora a determinar la ERP o prima de riesgo de la bolsa sobre Rf. Ésta es un tarea verdaderamente complicada ya que,
El análisis dependerá de la Rf que hayamos escogido en el paso anterior (divisa y plazo).
Hay que elegir cómo calcular esta prima (Rm - Rf).
Si optamos por calcularla atendiendo a una serie histórica, hay que elegir el rango de fechas de esa serie histórica.
Por ejemplo, para calcular la ERP podemos observar la diferencia de rentabilidad a largo plazo entre la bolsa norteamericana y la deuda de EEUU a 10 años. Bien, una vez más, nos asaltan las dudas:
¿Qué índice de bolsa empleamos para medir la rentabilidad del mercado (Rm)? ¿Usamos el S&P 500? ¿Usamos el Russell 3000?¿El Russell 2000, si estamos analizando una small cap?
¿Cómo determinamos la rentabilidad de la deuda?¿Usamos un ETF como proxy?¿Lo calculamos nosotros mismos?
¿Qué rango de fechas usamos para hacer este análisis?
Para ninguna de estas preguntas hay una respuesta clara, aunque sí puedo decir que el modelo tiene que tener siempre una coherencia interna. De esto hablaré más adelante.
Otra forma de determinar la ERP es comparando la yield actual del bono del Estado con la earnings yield (beneficio dividido entre market cap) de la bolsa, aunque me parece un cálculo problemático. A fin de cuentas, la earnings yield no tiene en cuenta el crecimiento de los beneficios, es decir, invirtiendo en bolsa a largo plazo vas a ganar más que lo que indica la earnings yield, porque los beneficios van creciendo.
Vamos ahora con el último componente del CAPM, la beta (β). Para definir la beta hay que saber algo de econometría básica. La beta es el resultado de hacer una regresión lineal entre dos variables, siendo la rentabilidad de nuestra acción (Ri) la variable dependiente y siendo la rentabilidad del mercado (Rm) la variable independiente o explicativa*. Básicamente, la beta indica cómo se espera que se mueva Ri ante cambios en Rm.
*En mi opinión, no tiene sentido pretender explicar el comportamiento de la acción (Ri) a partir del comportamiento del mercado (Rm), ya que la realidad es justo al revés. La rentabilidad del mercado es el resultado del comportamiento agregado de todas las acciones individuales que lo componen.
Mediante la regresión, se busca determinar la relación entre ambas variables con un número. Una beta de 1 quiere decir que, si el mercado sube (baja) un 1%, nuestra acción sube (baja) un 1%. Una beta de 1,5 quiere decir que, si el mercado sube (baja) un 1%, nuestra acción sube (baja) un 2%. Una beta de 0,8 quiere decir que, si el mercado sube (baja) un 1%, nuestra acción sube (baja) un 0,8%. Así pues, una beta superior a 1 indica que la acción es más volátil que el mercado, y una beta inferior a 1 indica que la acción es menos volátil que el mercado.
En Excel se pueden hacer regresiones lineales, dentro de la herramienta Análisis de datos. Si estás interesado en calcular betas, en internet abundan los tutoriales.
Para hacer una regresión lineal necesitamos una serie histórica que recoja las rentabilidades de nuestra acción (Ri) y las del mercado (Rm). La Academia recomienda usar rentabilidades mensuales durante un período de 5 años (60 meses). No tengo opinión al respecto, así que opto por hacerles caso.
Alternativamente a todo este jaleo de regresiones, para las acciones más conocidas hay muchos proveedores de información financiera (Yahoo Finance, Investing, TIKR) que te dan la beta ya calculada. El inconveniente es que no sabes cómo la han calculado. Si estás analizando una small cap, no es lo mismo tomar la Rm de un índice de small caps que la Rm de un índice del mercado general. Por eso, si quiero hilar fino prefiero calcular la beta yo mismo.
Como recordatorio, el CAPM asume que el mercado exige más rentabilidad a acciones más volátiles, asociando volatilidad con riesgo. Si no compartes este punto de vista, puedes excluir la beta de tu análisis.
Aunque hay muchas variables dentro del CAPM que quedan a nuestra elección, el modelo siempre tiene que tener una coherencia interna. Por ejemplo, si como Rf usas la rentabilidad de la letra del tesoro a 3 meses en dólares, la ERP tienes que calcularla con respecto a esa misma Rf. Otro ejemplo: si la ERP la calculas usando como Rm un índice de small caps, la beta también deberías calcularla usando ese mismo índice y no otro. De igual forma, si el CAPM lo has construido con una Rf a 10 años, lo suyo es que también uses un plazo de 10 años al calcular kd.
¿Tipos actuales o tipos en el largo plazo?
Una cuestión adicional, que es bastante relevante, es la de determinar si el coste de capital (en particular, kd y Rf) que tenemos que usar para calcular la WACC es el que hay vigente a día de hoy, o si deberíamos tomar algún nivel de largo plazo o un promedio histórico. Por ejemplo, en 2019 los costes de financiación de gobiernos y empresas eran muy bajos en comparación con los niveles medios históricos. ¿Lo correcto en aquél entonces era calcular la WACC en base a los costes de financiación de aquél momento, a pesar de ser anormalmente bajos?¿O es mejor aplicar unos costes de financiación más en línea con la media histórica, o con lo que pensamos que prevalecerá en el largo plazo?
Es razonable pensar que lo correcto es calcular kd y ke en base a los tipos de interés que prevalecerán en la economía en el largo plazo, y no estar ajustando continuamente la WACC por los vaivenes en los tipos de interés. Por ejemplo, cuando la yield de la deuda alemana a diez años alcanzó un nivel tan bajo como el 0% en 2015, muchos pensarían que ese nivel era insostenible, y se resistirían a aplicarlo en sus modelos de valoración. Lo mismo con la deuda de EEUU a diez años, que en 2012 pagaba el 1,5%.
El caso es que, al no querer aplicar tasas de descuento tan bajas, estos inversores exigentes seguramente se habrían quedado fuera del mercado de acciones durante buena parte de la década de los 2010s. Y es que los tipos bajos no duraron un año o dos, sino que duraron hasta 2022. Durante esa década de tipos bajos, las bolsas siguieron subiendo, en particular la de EEUU, por lo que haber estado fuera del mercado durante todo ese tiempo habría sido una mala decisión.
Evidentemente no hay un criterio mejor que otro para determinar todos los parámetros que constituyen la WACC. Como ya sabes, valorar empresas no es una ciencia, sino un arte.
¿Y si aplico una WACC del 10%, y a correr?
Todo lo que he expuesto hasta ahora es el procedimiento “ideal” para calcular la WACC. Pero, evidentemente, no puede ser que dediquemos más tiempo a calcular la WACC que a analizar la propia compañía, por lo que es razonable buscar atajos.
Hay quien aplica una WACC del 10% como regla general, ajustándola subjetivamente al alza o a la baja en función del tipo de empresa que se está analizando.
¿Big cap en un sector estable y con grandes ventajas competitivas? WACC del 8%
¿Small cap en un sector cíclico? WACC del 12%
¿Y por qué no un 7% en lugar de un 8%, y un 13% en lugar de un 12%? Esto va a gusto de cada inversor.
Estas reglas sencillas pueden resultar útiles, pero no debemos perder nunca la perspectiva. En relación con lo que comentaba en el apartado anterior, usar siempre una WACC del 10% (o el nivel que sea, siempre que sea razonable) supone asumir que el coste de capital de la empresa no cambia, y que en general los tipos de interés en la economía no cambian. Y probablemente no sea mala idea asumir que, en el largo plazo, no cambian, pero debemos tener siempre presente que ésa es la asunción que estamos haciendo en nuestro modelo, y que en ocasiones puede ser un obstáculo para una buena valoración.
¿Por qué no usar ke como tasa de descuento, dado que invertimos en acciones?
Efectivamente, se puede valorar desde la perspectiva del accionista exclusivamente, por lo que la tasa de descuento en nuestro modelo ya no sería la WACC, sino ke. Lo que pasa es que también hay que modificar la forma en la que calculamos los flujos de caja, y además el resultado del DCF hay que interpretarlo de manera diferente.
Recuerda que la WACC se aplica a los flujos de caja que la empresa genera tanto para accionistas como para acreedores (flujos de caja “para la empresa”). El resultado de este descuento de flujos es el Enterprise Value (EV), que viene a ser el valor del negocio, con independencia de cómo se financie. Al EV le restamos la deuda y le sumamos la caja, y obtenemos así el valor del equity.
Si queremos usar el DCF desde el punto de vista del accionista exclusivamente, el flujo de caja a descontar es el flujo de caja para el accionista.
Flujo de caja para el accionista =
EBIT
(-) impuestos
(-) gastos financieros
(+) depreciaciones y amortizaciones
(-) capex
(+/-) inversión en working capital
Otra forma de expresarlo es:
Flujo de caja para el accionista = Flujo de caja para la empresa - gastos financieros
Posteriormente, descontamos estos flujos usando ke como tasa de descuento, y el resultado que obtenemos es el valor del equity. No hay que restar ni sumar nada más.
Personalmente, me gusta más esta forma de valorar que el uso de la WACC. Pero la WACC es más empleada en el sector.
¿Y si uso mi propia tasa de descuento?
Hay quienes recomiendan olvidarse de lo que el mercado piensa, y aplicar una tasa de descuento que refleje la rentabilidad que tú exiges por invertir tu dinero. Es un buen enfoque, pero entonces la perspectiva cambia a la hora de valorar y a la hora de interpretar el DCF.
No hay que olvidar que el DCF nos da un valor para la compañía consistente con la rentabilidad exigida (WACC o ke) que hemos introducido en el modelo. En el modelo estándar usamos una WACC que refleje la rentabilidad exigida por el mercado, y, si el valor obtenido en el DCF supera al precio actual de cotización en un amplio margen (el famoso margen de seguridad), entonces compramos porque pensamos que la acción cotiza muy por debajo del nivel consistente con la rentabilidad que, según nuestro criterio, el mercado exige a inversiones de este tipo. Nuestra expectativa es que el mercado reaccione en algún momento y haga subir el precio de la acción hasta un nivel consistente con la WACC que hemos empleado en nuestro modelo.
Este enfoque cambia notablemente si aplicamos nuestra propia tasa de descuento en lugar de aplicar una tasa de descuento “de mercado”. Aquí ya no se trata de comprar cuando el valor intrínseco supera ampliamente el precio de cotización, sino de comprar cuando el precio de cotización coincide o está por debajo del valor que obtenemos como resultado de nuestro modelo.
Pongamos unos números sencillos. Imagina un activo financiero que esperas que pague 100€ todos los años a perpetuidad.
El modelo estándar de valoración por DCF te dice que estimes cuál es la rentabilidad que el mercado exige a ese activo, para después descontar sus flujos de caja a esa tasa. Si el valor que obtenemos (valor intrínseco) supera el precio actual de cotización, compramos. Por ejemplo, si pensamos que el mercado debería exigir una rentabilidad del 10% a ese activo, el valor intrínseco es de 1.000€. Si resulta que está cotizando a 830€, podemos comprarlo con la expectativa de que en algún momento el activo cotice a 1.000€. Ésta es la base del value investing.
Como alternativa, podemos olvidarnos de lo que el mercado exige o deja de exigir, y centrarnos en lo que nosotros le exigimos a ese activo en base a nuestras circunstancias personales (aversión al riesgo, ahorros disponibles, otras alternativas de inversión). Por ejemplo, nosotros podemos exigir una rentabilidad del 15% anual al activo. Usando esa tasa de descuento, el valor que obtenemos en nuestro DCF es de 666,7€, por lo que, dado que está cotizando a 830€, no compraremos. El caso es que, adoptando este enfoque, estamos renunciando a la posibilidad de ganar un 20% comprando a 830€ y vendiendo a 1.000€. Si el activo alcanzara el precio de 1.000€ en el plazo de un año, esa rentabilidad del 20% sería una rentabilidad anual, superior a la rentabilidad anual del 15% que nosotros exigimos. Y, sin embargo, habríamos perdido la oportunidad de conseguirla por no prestar atención a lo que opina el mercado.
También hay que tener en cuenta que el concepto de margen de seguridad desaparece si usamos nuestra propia tasa de descuento. Si el activo de nuestro ejemplo cotizara a 666,7€, lo compraríamos, porque a ese precio ya nos estaría dando la rentabilidad que nosotros exigimos. No necesitamos que cotice por debajo, no necesitamos margen de seguridad. Además, el valor que obtenemos en este DCF no se puede llamar “valor intrínseco”, sino que es un valor “para nosotros”.
En definitiva, aplicar tu propia tasa de descuento, que sea acorde con la rentabilidad que tú exiges a la inversión, es un buen enfoque, dado que así te ahorras todos los problemas que he descrito a lo largo de este post. Pero ten en cuenta que la forma de interpretar el DCF es distinta, y, sobre todo, ten en cuenta que, en muchos casos, estarás renunciando a la posibilidad de aprovecharte de las discrepancias entre el precio de cotización y el valor intrínseco (resultado de aplicar una tasa de descuento de mercado en el modelo de valoración).
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Hasta aquí mi exposición sobre los retos que plantea el cálculo de la WACC, y cuáles, en mi opinión, son los pasos que hay que seguir para calcularla de una manera lo más fina posible. Como creo que sucede con la mayoría de inversores, la realidad es que muchos de estos pasos no los aplico en mis modelos de valoración, para empezar porque muchas veces no hago un DCF sino que me limito a valorar por múltiplos. En cualquier caso, opino que es muy útil conocer el razonamiento económico que hay detrás de cada una de las variables que componen la WACC, ya que de esta forma tendremos un criterio sólido para elegir los parámetros de nuestro modelo de valoración, ya sea un modelo por DCF o un modelo por múltiplos.
Contacto: angelruizmonasterio@gmail.com
(Imagen de portada: Freepik)
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